viernes, 20 de junio de 2003

Europa busca la unidad

Viñetas de la vieja Europa

En busca de la unidad: Una nueva Constitución.

Por Rodolfo Antonio Menéndez Menéndez, desde París

A orillas del mar Egeo, cerca de Tesalónica, en plena canícula continental, se reúnen mañana los jefes de Estado de los quince miembros actuales de la UE junto con los representantes de los otros diez países que, a partir de mayo de 2004, se integrarán también a esta Unión de la “vieja” Europa. Se quieren dar una nueva Constitución que regule mejor su funcionamiento. Los tratados anteriores, desde el fundacional, el de Roma, ya quedaron chicos. La actualización se impone. Buscan la unidad. La unidad que les hace falta y que es la esencia de su potencial fortaleza.

Este esfuerzo de darse un nuevo estatuto jurídico que modificará sustancialmente el funcionamiento institucional de la Europa unida ha sido conducido por una Convención que lleva más de quince meses trabajando en el proyecto que alterará, de una forma o de otra, el porvenir de 25 países y de cerca de 450 millones de seres humanos que los habitan.

En diciembre de 2001, el Consejo Europeo, órgano rector de la Unión, encargó a una Convención el preparar los trabajos relativos a este proyecto constitucional. Denominada Convención sobre el futuro de Europa y puesta bajo la presidencia de Valery Giscard d’Estaing, ex – presidente de Francia, tendría como tarea principal enfrentar tres desafíos: ¿Cómo acercar a los ciudadanos y particularmente a los jóvenes al proyecto y a las instituciones europeas? ¿Cómo estructurar la vida y el espacio políticos europeos en una Unión ampliada? ¿Cómo, finalmente, hacer de la Unión un factor de estabilización y una referencia en el nuevo mundo multipolar? ¡Menudos desafíos!

La Convención debería buscar el camino para lograr una mejor distribución de las tareas y de las competencias entre la Unión y sus Estados miembros a fin de hacer más clara la relación, de simplificarla y de ajustarla a las condiciones actuales. Debería también introducir en una nueva “Constitución para los ciudadanos europeos” elementos que simplificaran los instrumentos de gobierno de la Unión y que dieran más transparencia, más democracia y más eficacia al funcionamiento de las instituciones de la Unión.

Este pasado 13 de junio, en Bruselas, en el hemiciclo del Parlamento Europeo, el trabajo de la Convención resultado de estos quince meses de trabajo imaginativo, de arduas negociaciones y de redacción, fue presentado y aprobado por la propia Convención, durante la ceremonia de clausura de sus trabajos. Los ciento y tantos constituyentes, miembros de la Convención escucharon emocionados el Himno de la Alegría, de la Novena Sinfonía de Beethoven, que es también el himno de la Europa unida, en la ceremonia de clausura de sus trabajos. El grupo de europeos ahí presentes no escondió su orgullo ni su emoción. De aprobarse el documento que han preparado por las instancias que siguen, habrán dotado a la vieja Europa de una nueva Constitución que regirá los destinos de su unidad.

Mañana, en la Grecia milenaria, bajo cuya presidencia ha operado estos últimos seis meses el Consejo Europeo que cambia de cabeza dos veces al año (por cierto, esta es una de las innovaciones que se proponen: darle al Consejo una Presidencia más estable que permanezca dos años y medio en funciones), el grupo de mandatarios reunidos recibirá el proyecto de Constitución. Dura prueba para Valery Giscard d’Estaing quien a sus 76 años de edad, tendrá cuatro horas para hacer su presentación e intentar convencer a su auditorio, para salir después del recinto, en donde se realizará la reunión solemne de los 15 Jefes de Estado, a fin de dejarlos deliberar en torno a su trabajo.

Documento producto del consenso, la nueva Constitución no deja felices a muchos. Ya la prensa anuncia desde hoy el deseo de España, de Polonia (que será de los que recién llegarán) y de Austria de introducir enmiendas en la propuesta. Temen algunos que bajo los nuevos postulados se haga más intensa la influencia de los países grandes como Francia y Alemania. La Convención autora se defiende diciendo que para mantener la integridad y el precario acuerdo conseguido es imperativo no alterar el texto que se presenta. Habremos de ver.

La propuesta no conduce ciertamente a unos Estados Unidos de Europa. Está lejos de llegar a ello. Ni siquiera es el propósito. Pero finalmente parece ser que sí es mucho más que una compilación mecánica de los cuatro tratados previos, desde el de Roma, que llevará, al ser adoptado, a una Europa más coherente, más unida y más eficaz en su intención de convertirse en otro polo de este nuestro mundo contemporáneo.

En el preámbulo del texto constitucional que mañana empezarán a debatir los Estados miembros de la Unión se dicen cosas contundentes: “...la Europa es un continente portador de la civilización cuyos habitantes venidos por oleadas sucesivas desde las primeras épocas de la humanidad han desarrollado aquí progresivamente los valores que fundan el humanismo, la igualdad de los seres humanos, la libertad, el respeto a la razón.....”

“...Los pueblos de Europa, manteniéndose orgullosos de su propia identidad y de su historia nacional, están resueltos a rebasar sus antiguas divisiones y, unidos de una manera cada vez más estrecha, a forjar su destino común...”

“...En la certidumbre de que unida en la diversidad, Europa ofrece la mejor oportunidad de continuar, en el respeto de los derechos de cada uno y en la conciencia de sus responsabilidades con respecto a las generaciones futuras y del Planeta, la gran aventura que hace un espacio privilegiado de la esperanza humana.”

Entre octubre de este 2003 y marzo del 2004 la Conferencia intergubernamental (los 25 Jefes de Estado y de Gobierno) adoptará el texto definitivo después de las enmiendas que resulten. El 1 de mayo del 2004 entrarán en pleno derecho los 10 nuevos miembros de la Unión Europea y se firmará en Roma el nuevo tratado constitucional. A partir de 2004 y hasta el 2006 la nueva Constitución se adoptará por referéndum o por la vía parlamentaria, en los 25 países europeos. En ese año de 2006, a principios, deberá entrar en vigor el nuevo Tratado de Roma.

Así, paso a paso, con la lentitud que a veces nos desespera a los mortales pero que permite consolidar lo que se crea, la vieja Europa nos esta dando lecciones de sentido común, de visión del futuro y de esperanza, a todos nosotros los jóvenes del mundo incluyendo al Imperio. ¡Que vaya por buen camino su proyecto! Los seguiremos observando.
junio 2003

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