El G-8 visto desde Europa. La visión multipolar vs. la unipolar.
Por Rodolfo Antonio Menéndez Menéndez, desde París, para Por Esto!
En el fondo y en primer plano, está la pregunta de cómo resolver el problema de la desigualdad del desarrollo en el mundo contemporáneo. ¿Cómo lograr que cerca del 20% de la población del mundo, mil millones de seres humanos, resuelvan su problema de hambre crónica y su realidad de tener que vivir con ingresos menores a un dólar diario? Este es el dilema crucial que enfrenta el G-8 en su reunión anual ahora en Evián, Francia. Pero para el infortunio de la mayoría de la población del mundo, éste no será el tema central de la reunión cumbre que se realiza estos días, sino sólo, si acaso, la música de acompañamiento.
Desde 1975 -entonces G-5 ya que ni Italia, ni Canadá, ni Rusia estaban integrados- por iniciativa del entonces presidente francés Valery Giscard d’Estaing, el grupo de países llamados industrializados se viene reuniendo anualmente para reflexionar esencialmente sobre el problema del desarrollo económico. En ese ámbito elitista se buscan los ajustes que ha menester el estado de la economía del mundo para que su funcionamiento sea mejor.
Nunca, desde su fundación, relatan los que saben, se había reunido el grupo con vientos tan fuertes de discordia entre sus miembros. Irak hace la diferencia. Las soluciones del mundo han de ser planteadas bajo la perspectiva del líder omnímodo, del que puede, del que tiene los medios: así está pregonando con los hechos el presidente de los Estados Unidos, George Bush. A esta visión unilateral se opone el criterio de que los problemas hay que atacarlos colectivamente, a través de los mecanismos y las instituciones que se han venido diseñando para ello en los últimos tiempos, particularmente en la segunda mitad del siglo pasado. Jacques Chirac, presidente de Francia, encabeza a las naciones que sostienen este criterio de pluralidad.
Para muchos observadores el multi-lateralismo que pudieron haber admitido y consecuentado los Estados Unidos hasta la administración de Bill Clinton, ha dejado de ser una opción realista. El once de septiembre de 2001, con todo su dramatismo, habría legitimado, según estas versiones, el uso del mando unilateral, indisputado. Si así fuera, cuánto más daño le habrán infligido al mundo los terroristas responsables de tan execrables actos que las consecuencias directas e inmediatas de los mismos.
No hay duda que el mundo se volvió económicamente unipolar. Estados Unidos no tiene hoy competencia en el mundo. No desde el ángulo de su poderío económico. Ni la Europa de los quince, que pronto será de los veinticinco, ofrece contrapeso real a la imbatible maquinaria americana a la hora de medirse las fuerzas en el terreno de los eventos económicos. Con esa fuerza quiere el presidente Bush actuar sin obstáculos en la solución de los problemas del orbe. Como en Roma hace dos mil años el emperador actuaba, así pretende el unilateralismo actuar en el mundo contemporáneo. Con la misma impunidad que benefició al imperio por varios siglos, así el nuevo emperador desea ejercer su poderío.
Así las cosas, vienen una vez más a reunirse los que más pueden. El presidente Chirac, aprovechando su capacidad como organizador en turno de la cumbre, ha querido imponerle a Bush su visión multipolar trayéndole el sur a la mesa. Con la presencia de quienes representan menos, pero representan a más, los países emergentes, pretende el jefe de estado francés hacerle ver a su homólogo norteamericano, por la vía del lenguaje diplomático, que es necesario oír y más aún, que es necesario escuchar, a los demás para que las soluciones se diseñen en conjunto. Revisando en Evián temas y asuntos que de otra forma no habrían sido, tal vez, tocados por los participantes tradicionales, la presencia de los pobres –aunque no sean ciertamente los más pobres- contribuye a adoptar la visión plural que conviene al multilateralismo. Dos botones de muestra.
La presencia del presidente Shintao de China ha abierto en la prensa Europea el debate sobre el papel de Beijing en el mundo. ¿Se podrá hoy –se cuestionan todos- tomar decisiones globales sin la participación del coloso de oriente? Hablamos ahora de esta China en vías de transformarse en potencia económica y que ya no rechaza, ni desdeña, como antes lo hacía, al club de los más ricos. Su participación en Evián, sin reservas, lo confirma.
Aún en la ausencia del rey Mohamed VI, de Marruecos, quien después de haber aceptado la invitación, a última hora decidió no participar, el G-8 vio abierta su discusión central al tema de la situación en el continente africano que desde el punto de vista de la salud, de la alimentación y desde el ángulo humanitario representa seguramente el más importante reto para la comunidad internacional en la actualidad.
Parecería hasta aquí que la partida diplomática la gana la experiencia y la visión de estadista de Chirac. Pero, ¿cómo ha respondido Bush antes, durante y después de Evián?
En primer lugar debe destacarse que el presidente norteamericano no pasará más de veinte horas en Francia, habiendo decidido retirarse de la reunión de Evián aún antes de la cena de hoy lunes por la noche, considerada como la más importante de la cumbre de los 8. La delegación americana salió para Egipto prematuramente, desde el punto de vista del desarrollo de la reunión en Evián. Fue claro como Norteamérica quiso restarle importancia a su cita en el contexto del G-8.
Pero en lenguaje diplomático, más importante aún, a juicio de los expertos, es que el presidente Bush haya querido expresar las prioridades de su país para con la Europa fuera del marco de Evián. En efecto, escogió para ese propósito su discurso en Cracovia aún antes de encontrarse con los líderes del continente europeo, quitándole así importancia relativa a la reunión organizada por el presidente Chirac.
La evidencia final parece encontrarse, para el análisis de la prensa influyente de Francia, en lo que fue la denuncia expresada ayer por Bush, de aquellos, que en principio plantean el antagonismo euro-americano, ya que bajo la amenaza terrorista.... “es mal momento para dividir una alianza superior”. Agregando después, “No se debe permitir que una rivalidad en la teoría venga a sabotear los principios y los deberes que nos reúnen. Cuando América y Europa están unidas, no hay ni problema ni enemigo que pueda resistirnos”
Más claro no canta un gallo. A la luz y en los ojos de la “vieja Europa” los poderosos están divididos. ¿Qué será, ¡ay! , qué será de nosotros los débiles?
martes, 3 de junio de 2003
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