Carta abierta para Ivonne Ortega, candidata electa al gobierno de Yucatán.
Por Rodolfo Menéndez y Menéndez
Sea usted bienvenida, doña Ivonne Ortega Pacheco, al sueño de todos los políticos. Sea bienvenida al poder público. Esperemos que sepa ejercerlo en bien de Yucatán. Entra usted por una puerta franca aunque angosta al cubículo del mando político de nuestro estado.
Ojalá que no se le olvide nunca cómo llegó usted a la gubernatura. Es cierto que con relación a sus adversarios fue electa con claridad y nadie puede poner reparos a su triunfo desde ese ángulo. Sigue siendo válida sin embargo, la crítica que ya se ha hecho a la calidad de las campañas, a la miseria moral de las mismas, a la corrupción que denotaron, aún a la ilegalidad con que se condujeron –asignatura pendiente por cierto que alguien seguramente intentará revisar- crítica que aplica sin lugar a dudas al proselitismo que usted como candidata del PRI utilizó para alcanzar su objetivo.
Se me dirá que todos hicieron lo mismo y por lo tanto usted queda exculpada políticamente. Y aunque esto sea aproximadamente cierto, yo insisto en que no, no tiene doña Ivonne esa disculpa tan sencilla. Su triunfo nace con pecado Viene su éxito acompañado de una gran deuda ética hacia los electores a los que ha hecho creer cosas que jamás podrá satisfacer, hacia el pueblo pobre de Yucatán que nutre su esperanza legítima de cambio en la promesa que los políticos le hacen de modificar su realidad en un plazo que no se puede cumplir.
Conforme a las reglas de votación que nos hemos dado en este Yucatán de hoy, llega usted al poder público de manera clara y ninguna objeción debemos ni podemos oponer quienes no hemos votado a su favor. Y, sin embargo, ha recibido usted un mandato suscrito por menos de la mitad de los electores yucatecos. Suficiente sí para endosar su acceso al mando pero no del todo como para que se sienta usted beneficiaria de un cheque en blanco para gobernar de manera holgada.
Su gobierno tendrá que ser de compromisos, acotado por un triángulo escaleno perverso y sumamente riesgoso: de un lado un poder federal con limitaciones de toda índole y sin mayor motivación para hacer de su gestión en Yucatán un caso exitoso, de otro lado una realidad local sumamente depauperada, exigente y al mismo tiempo dispuesta a hacerle tropezar en toda circunstancia y finalmente, la gran incógnita: ¿qué demandará de usted y del estado la enorme fuerza económica que le ha apoyado en la campaña y le ha transportado eficazmente, casi en vilo, a la enramada del poder en la que se inicia usted sin preparación previa?
Tendrá que gobernar para todos los yucatecos. Usted misma ya lo ha dicho. Pero esto es fácil de decir y muy difícil de cumplir. Sobretodo en un ámbito tan polarizado en donde además –y no es el menor de los obstáculos- la clase política que le ha apoyado acostumbrada a privilegios de casta, es y está, cuantitativamente, en exceso y por encima de las posibilidades de cualquier gobierno honesto. Muchos de quienes hoy la aplauden socarronamente se convertirán en rémoras y en críticos implacables con el tiempo. Tendrá, no lo dude, una tarea complicadísima en la que requerirá no solamente de capacidad política extraordinaria sino de dotes de planeación y ejecución también excepcionales para resolver problemas enormes con recursos que serán escasos.
Dos grandes tareas me parecen primordiales y de la más alta prioridad. Ojalá que usted las tenga presentes. El sempiterno problema educativo y formativo en el estado del que derivan la mayor parte de nuestros otros problemas endémicos y en donde radican las grandes anclas de la pobreza generalizada. En nuestro derredor, en el mundo hoy globalizado, solamente los pueblos que han sido capaces de resolver el reto educativo ingresando a la sociedad del conocimiento, han podido alcanzar bienestar y prosperidad colectiva, concepto éste último que se ha repetido frecuentemente en su campaña.
Y, segundo pero no menos importante y quizá más urgente, porque nos tiene copados como sociedad, el gravísimo problema del crimen organizado y que es tal vez lo que el voto razonado encontró como gran obstáculo para manifestarse en mayor grado a favor de usted por su evidente candor y falta de experiencia. En esto, créamelo, se encuentra el mayor peligro que afrontará su gobierno. Yo me pregunto: ¿Y si las fuerzas de aporte que le acompañaron solícitas en su campaña estuvieran vinculadas?
Desde afuera del círculo que la rodea se advierten tres plausibles virtudes que jugarán a su favor en esta gravísima experiencia que está usted a punto de iniciar: su juventud, su entusiasmo y su aparente buena fe. ¿Serán suficientes para ofrecernos un buen gobierno? Esperemos que sí, por el bien de Yucatán. O, en su defecto, es de desear que procree y recree usted otras y más útiles virtudes para el accionar político que el pueblo de Yucatán le ha encomendado. Dicho de otra forma: que aprenda usted mucho y rápido. Por el bien de todos.
Respetuosamente.
26/05/07