Campañas corruptas!
¿Cómo serán las elecciones?
Por Rodolfo Menéndez y Menéndez
No sería difícil que las campañas que recién terminaron pasen a la historia de las elecciones yucatecas como las más costosas de cuantas hayan existido en el estado.
La factura final la habremos de pagar todos los yucatecos, tarde o temprano y de una forma o de otra, sin que haya autoridad que se oponga, con apoyo en la ley vigente, a que esto ocurra.
Ya habrá pronto quien calcule el costo de cada uno de los votos que se depositen este domingo en las casillas de Yucatán. Si es que finalmente se cuenta con la información real, como la ley señala, veremos una cifra exagerada, ilegal, fuera de toda proporción con el contexto y vergonzosa, sin lugar a dudas. Vergonzosa desde el ángulo de la pobreza en cuyo seno se han prohijado estas campañas vulgares que acabamos de presenciar y que han terminado ya, afortunadamente.
Campañas caras y además campañas vulgares, no en el sentido etimológico de lo vulgar puesto que una campaña electoral debe ser en esencia popular, dirigida al vulgo, si es que quiere ser exitosa, sino vulgar en el sentido de lo canalla, de lo chabacano, de lo prosaico, de lo bajuno. Campañas diseñadas con pésimo gusto por sus creadores foráneos, supuestos expertos en el “marketing político”. Es la especialización de moda entre los politólogos que se precian de conocer las reacciones y motivaciones del público en general cuyas intenciones de voto se intenta manipular por medio de este costoso atiborramiento, insufrible y grotesco, con que nos han recetado estos últimos meses en todo el estado de Yucatán y muy particularmente en Mérida..
Podría yo citar con ejemplos concretos la cantidad de sandeces que se han dicho entre nosotros con el ánimo de hacernos votar por uno o por otro candidato, pero aparte de que han estado a la vista y a la escucha de todos y por tanto no tiene caso repetir necedades, tampoco es mi intención empobrecer la abstracción y reducir el comentario a la crítica de algún candidato o partido en lo particular
Campañas vulgares y onerosas pero además corruptas. Corruptas porque atentan contra la inteligencia del pueblo yucateco, porque ofenden y vulneran su condición económica, porque plantean manipular la ignorancia y la pobreza que campea entre las clases sociales, porque engañan ostensiblemente cuando prometen lo incumplible y porque agreden la dignidad no sólo de los mismos participantes con sus diatribas y calumnias bochornosas, sino también de la sociedad yucateca en su conjunto al sembrar la inmundicia donde debería darse el debate, donde deberían discutirse las ideas.
Corruptas porque en vez de sanear el ambiente y exponer de lo que tenemos lo mejor, se exhibe la mugre y la estulticia y termina el ejercicio por no dejarnos a los electores más opción que escoger al malo del peor. Corruptas porque en lugar de sacarnos al mundo de la luz y del conocimiento, nos sumen aún más en el fango de la ignorancia y de la cerrazón. Corruptas porque se compran votos a la miseria que no a la convicción. Corruptas en fin, por mentirosas, porque se miente desde la imagen hasta el verbo, desde el rostro hasta la promesa, sin recato y sin respeto para nada y para nadie.
Campañas vulgares, onerosas, corruptas y por añadidura contaminantes. A ver quién dispone apropiadamente de las decenas de toneladas de plásticos inmundos y no reciclables, aunque se diga lo contrario, que habrán ahora de depositarse sin control y sin responsabilidad para nadie en el de por sí agobiado sistema estatal de desechos sólidos aparte, claro está, de la contaminación visual y estética que ya tuvimos que soportar durante todas estas largas semanas. ¿Y quién detiene esto? ¿Quién lo para? ¿Quién lo impide? ¿Quién defiende a la sociedad de esa agresión? ¡Nadie!
Y más aún, nos han escamoteado las encuestas. Este instrumento de medición, que al aplicarse científicamente se depura y se convierte en un barómetro que da transparencia y certidumbre, ha sido deturpado en el caso de nuestra elección en puerta. No hemos visto ningún sondeo serio, responsable y profesional discurrir con sistema a lo largo del proceso en torno a las intenciones de voto de los yucatecos. Lo que hemos llegado a ver son encuestas aisladas, amañadas, interesadas, manipuladoras, o simplemente partidistas. Hasta en eso fueron frustrantes las campañas de Yucatán.
Todo esto es lo que los yucatecos hemos venido presenciando a lo largo de estos interminables meses de proselitismo electoral. A como de lugar, uno y otro, hablo de los partidos “dominantes”, quieren ganar estas elecciones que ahora se pretenden como el parteaguas de la competencia política nacional con miras al 2012. No se ha concluido siquiera el inicio de este sexenio cuando ya se dibujan los intereses mezquinos del poder público para cuando este periodo acabe. La elección de Yucatán, se dice y se repite sin cesar, tiene el valor de símbolo para panistas y príistas. Y en aras de ese interés “superior” se vale todo. ¿Y la nación, y el pueblo y la democracia? ¡Muy bien, gracias!
Pronto despejaremos la pregunta de quién ganará la elección. Pero la otra pregunta que deberíamos estarnos haciendo como sociedad es ¿de dónde ha salido el dinero para financiar este proceso endiablado? ¿A quién le deberá su triunfo, gane quien gane, el próximo gobernador de Yucatán? ¿Al servicio de quién quedará, irremisiblemente? ¿A qué demonio habrá que pagarle cuando venga a presentar su factura? Si en algo estimamos nuestra dignidad como colectividad hagámonos la pregunta e intentemos contestarla.
No ha sido éste, hay que reconocerlo por salud pública, un ejercicio edificante que apunte hacia la consolidación de nuestro incipiente desarrollo democrático. La primera lección que deberíamos extraer de esta elección, aún antes de que culmine, es la referida a la necesidad social de que las campañas políticas se transformen racionalmente en beneficio de la sociedad y que no, como es el caso hoy, incidan en su degradación.
Desde luego y ante todo, urge, urge, pero verdaderamente urge que se acabe, mediante una reforma de las leyes aplicables, el negocio vergonzoso que se hace con la propaganda en las campañas mediáticas. Los candidatos deberían poder acceder en términos absolutamente equitativos y gratuitos a los tiempos del Estado que son parte de la concesión de la radio y la televisión. Y ni un quinto para el negocio electorero injustificado y ruin. Los partidos políticos y los legisladores tienen la palabra.
15/05/2007
martes, 15 de mayo de 2007
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2 comentarios:
Es impensable que esto se siga dando. Seguramente tiene sus patrocinadores en los grandes capos de la política que creíamos sepultados.
Esto es intolerable
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