El Suicidio. Oleo de Eduardo Manet. 1877.
Suicidio: callar sí, no ignorarlo
El Consejo de Europa pide ayuda a los medios y que sea prioridad política abordar el alarmante aumento de muertes de jóvenes y adolescentes
"El suicidio de los adolescentes es un tema tabú pero no por eso hay que olvidarlo. Es fundamental que la sociedad se dé cuenta del problema y que sepa escuchar y entender. Sólo así podremos ayudar a los jóvenes y a los niños para que no tomen esa decisión", asegura Bernard Marquet, autor del informe del Consejo de Europa; es un grave problema de "salud pública". Para él, la labor de los adolescentes contando su experiencia o sus valores en la vida pueden servir para otros.
Según los estudios de la Organización Mundial de la Salud (OMS), al año muere de esta forma más de un millón de personas, situándose entre las cinco primeras causas de mortalidad. El Instituto Nacional de Estadística (INE) acaba de cambiar su forma de cuantificar estas muertes, después de comprobar que le bailaban las cifras, dependiendo de si las extraía de partes médicos o de informes judiciales. A partir de este año desaparece la Estadística de Suicidios como tal, y los datos de la inspección médica forense se integrarán en las tablas de Defunción por Causa de Muerte.
"Hemos comentado muchas veces en el INE que se pone el acento en temas como la violencia de género, con la enorme importancia que tiene, o en los accidentes de tráfico, y en cambio los suicidios parece que no existen, porque no son noticia. Pero sí. Suman casi diez personas cada día, unos 3.300 suicidios al año", destaca Antonio Argüeso, subdirector general de estadísticas y análisis sociales del INE. Los homicidios son 500 al año.
A pesar de que la OMS ha advertido del preocupante crecimiento de suicidios (un 60% en los últimos 45 años), existe un acuerdo tácito para no difundir los datos alarmantes y limitar las informaciones de conductas autodestructivas como forma de evitar un supuesto efecto contagio. Este periódico, por ejemplo, defiende y practica esta filosofía recogida en los Principios de su Libro de Estilo: "El periodista deberá ser especialmente prudente con las informaciones relativas a suicidios. En primer lugar, porque no siempre la apariencia coincide con la realidad, y también porque la psicología ha comprobado que estas noticias incitan a quitarse la vida a personas que ya eran propensas al suicidio y que sienten en ese momento un estímulo de imitación. Los suicidios deberán publicarse solamente cuando se trate de personas de relevancia o supongan un hecho social de interés general".
¿Es cierto que hablar del suicidio provoca más muertes? Desde la famosa historia del joven Werther escrita por Goethe en el siglo XIX y prohibida en algunos países de Europa hasta los adolescentes que siguen el ejemplo de famosos autodestructivos, lo cierto es que sociólogos y psiquiatras no se ponen de acuerdo hoy sobre la influencia real de la prensa en este tipo de conductas ni en el carácter epidémico de las mismas.
"Los medios de comunicación tienen un claro efecto sobre los suicidas potenciales. Cuando una persona que se identifica con una situación escucha una noticia que la confirma, se pone en marcha un mecanismo de deseo mimético. Los medios crean un conjunto de representaciones de la vida, muestran las pocas oportunidades de éxito y eso, unido a un desequilibrio emocional previo, provoca problemas mayores", dice el experto en Psicología Social de la Universidad de Navarra, Fernando Múgica. Un trabajo de la Universidad de Oxford sobre 90 estudios en todo el mundo acerca del impacto de los medios en el aumento de suicidios revela que ese aumento sólo se dio en la mitad de los casos, pero en ninguno se produjo una reducción de la tasa normal de suicidios.
El jefe de Psiquiatría de la Fundación Jiménez Díaz, José Luiz González de Rivera, autor de los libros Dependencias afectivas y Crisis emocionales, se muestra más escéptico sobre esa supuesta influencia negativa de la prensa: "En Estados Unidos se hicieron estudios en los años sesenta del siglo pasado, donde se intentaba demostrar que la publicación de noticias sobre suicidios en un determinado periódico provocaba un aumento de las muertes en la siguiente semana, en el radio de cobertura de ese medio".
Su teoría es que algunos fenómenos violentos, como las muertes autoinfligidas o los crímenes masivos en institutos, tienden a concentrarse en poco tiempo, sin causa aparente. Es lo que ha sucedido en el último año en un pequeño pueblo de Gales, Bridgend, donde fallecieron consecutivamente 18 jóvenes de edades similares. El último, el pasado día 9. ¿Pacto suicida entre adolescentes, contagio, o búsqueda de notoriedad? En este caso, no se sospecha sólo de las informaciones aparecidas en la prensa, sino de las redes sociales virtuales donde todavía hoy los internautas siguen publicando mensajes de condolencia por una de las últimas fallecidas, y donde otra de las suicidas escribía recientemente sus pensamientos negativos. Los padres de uno de los jóvenes malogrados, Nathaniel Pritchard, de 15 años, pidieron a los medios que dejaran de sobreinformar con todo detalle sobre el tema porque podrían servir como detonante para adolescentes que ya estuvieran planteándose terminar con su vida.
A raíz de estas muertes, investigadores de la Universidad de Bristol en colaboración con centros de prevención del suicidio acaban de publicar el estudio Suicidio e Internet en la revista British Medical Journal, después de rastrear casi 500 webs donde se comentan, proponen e incluso explican formas de matarse. Su conclusión es que resulta muy fácil encontrar información práctica en Internet para terminar con la vida (90 páginas sobre el tema, 43 con consejos prácticos) no sólo en webs especializadas, chats y grupos de correo, sino en sitios aparentemente inofensivos como Wikipedia. Los científicos advierten de que sería conveniente un sistema de control de Internet -como en Australia, donde es ilegal promover el suicidio, o Japón y Corea, donde directamente se cierran esas páginas-, pero sin olvidar la libertad de expresión y el derecho a la intimidad.
Para los psiquiatras no hay nada peor que la especulación de los medios sobre las posibles causas del suicidio o sus relaciones. Ni siquiera los expertos pueden determinar la cantidad de factores psicológicos, sociales, económicos, biológicos e incluso ambientales que influyen en una muerte así. Aunque parezca evidente, insisten en el peligro de describirlos como "actos románticos" y ofrecer minuciosos detalles sobre el método empleado para morir, como la cantidad de gramos de un determinado medicamento o incluso el nombre del mismo.
Sin embargo, omitir estos sucesos en la prensa como si nunca hubieran existido tampoco es la solución, según otros expertos. "Esta información debe darse para que la sociedad sepa cómo afrontarlo, no podemos cerrar los ojos porque carecemos de soluciones o tenemos recursos insuficientes. Todo el que se suicida ha pensado antes en hacerlo, así que sería importante difundir métodos de prevención. Las familias, los amigos, los compañeros del colegio o el trabajo deberían identificar las primeras señales de que algo no va bien, para evitar el conflicto a tiempo", señala el profesor de Psiquiatría de la Universidad de Nueva York, Luis Rojas Marcos.
No todo el mundo que se siente triste en algún momento de su vida tiene ideas autodestructivas. Pero indicadores como cambios bruscos en el estado de ánimo, disminución del apetito, apatía o ataques de ansiedad deberían ser atendidos. "Eso de pensar que por preguntarle a un chico si tiene ideas suicidas se le está dando ideas es un error. Los psiquiatras lo hacemos como forma de evaluar el riesgo potencial. Les preguntamos a qué se refieren con que 'la vida no merece la pena', o que 'están cansados de vivir', y trabajamos para mostrarles que siempre hay solución", añade Rojas Marcos.
Según los datos que maneja Naciones Unidas, una característica preocupante de la sociedad actual es el progresivo aumento de suicidios entre jóvenes de 15 a 24 años, convirtiéndose en la tercera causa de muerte en esta franja de edad. A pesar de los escalofriantes números a nivel mundial, en España se observa un mantenimiento en las cifras absolutas y cierto descenso entre los jóvenes. En 1996 hubo 3.320 suicidios, y de ellos 119 se debieron a personas de menos de 20 años (el 3,55% del total), mientras que en 2006, los suicidios totales son casi los mismos, 3.234, pero sólo 55 se deben a adolescentes (el 1,7% del total). Todavía continúa la enorme diferencia entre muertes consumadas entre varones (2.504 en total en 2006) y mujeres (730 en el mismo año), aunque ellas presentan más intentos y autolesiones.
La Fundación ANAR (Ayuda a Niños y Adolescentes en Riesgo), sin embargo, señala el peligro que el bullying -acoso escolar- puede tener a medio y largo plazo entre los menores. En el teléfono de la Fundación, un equipo de profesionales está disponible de forma confidencial y gratuita las 24 horas del día para cualquiera que necesite ser escuchado, sea cuál sea el problema.
"En los últimos años hemos visto que a través de la Línea del Menor están aumentado las consultas referidas a violencia escolar. Y también nos llaman los padres preocupados por ese tema. El bullying provoca inseguridad, baja autoestima, sentimiento de rechazo, soledad, depresión y los niños pueden llegar a somatizarlo, desembocando en ansiedad y trastornos psicológicos. Pero el acoso no es el único motivo de depresión, otros llaman porque sufren abusos, maltrato familiar, embarazos no deseados, problemas de trastornos alimenticios...", describe Benjamín Ballesteros.
También el Teléfono de la Esperanza (www.telefonodelaesperanza.org) se ha encontrado con casos de llamadas desesperadas que precisamente por su confidencialidad no han podido evitar a tiempo la tragedia. "Sólo sucede de vez en cuando y son casos extremos, cuando la persona ya ha decidido matarse y sólo llama porque no quiere morir sola. Es muy duro, pero aquí no podemos hacer nada porque la confidencialidad nos impide localizar la llamada, así que tampoco podemos mandar a la policía o a una ambulancia. Sólo les hablamos y escuchamos, mientras se nota cómo la voz va embotándose por la sobredosis de pastillas, por ejemplo, hasta que deja de hablar", comenta Fernando Alberca, trabajador del Teléfono.
Desde el año 2000 han recibido 237.412 llamadas, de las cuales un 5,5% fueron realizadas por personas que tenían ideas autolíticas o un suicidio en curso. Sin embargo, la gran mayoría de las consultas encuentran el apoyo suficiente para salir de la crisis e incluso disponen de servicios complementarios que se ofrecen en las sedes de esta ONG.
Contactos de interés: Teléfono de la Esperanza: http://www.telefonodelaesperanza.org/. Fundación ANAR: 900 20 20 10 (Atención gratuita 24 horas). Plan de Prevención del Suicidio (Eixample Dreta, Barcelona): www.suicidioprevencion.com. Con información de Walter Oppenheimer.
María R. Sahuquillo/Beatriz Cortinari, El Pais, 17.04.08
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