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Bitácora de Rodolfo Menéndez. Espacio de reflexión, análisis, conmemoración y disfrute.
VATICANADAS..
O vaticanerías. No consigo ver a los señores cardenales y a los señores obispos trajeados con un lujo que escandalizaría al pobre Jesús de Nazaret, apenas cubierto con su túnica de pésimo paño, por muy inconsútil que fuera y seguramente no lo era, sin recordar el delirante desfile de moda eclesiástica que Fellini, genialmente, colocó en Ocho y Medio para su y nuestro disfrute. Estos señores se suponen investidos de un poder que sólo nuestra paciencia ha hecho perdurar. Se dicen representantes de Deus en la tierra (nunca lo han visto y no tienen la menor prueba de su existencia) y se pasean por el mundo sudando hipocresía por todos los poros. Tal vez no mientan siempre, pero cada palabra que dicen o escriben lleva por detrás otra pegada que la niega o limita, que la disimula o pervierte. A esto ya muchos más o menos nos habíamos habituado antes de pasar a la indiferencia, cuando no al desprecio. Se dice que la asistencia a los actos religiosos va disminuyendo rápidamente, pero me permito apuntar que también es menor el número de personas que, aun no siendo creyentes, entran en una iglesia para disfrutar de la belleza arquitectónica, de las pinturas y esculturas, de todo ese escenario que la falsedad de la doctrina que lo sustenta al final no merece.
Los señores cardenales y los señores obispos, incluyendo obviamente al papa que los gobierna, no están nada tranquilos. Pese a vivir como parásitos de la sociedad civil, las cuentas no les salen. Ante el lento aunque implacable hundimiento de este Titanic que es la iglesia católica, el papa y sus acólitos, nostálgicos del tiempo en que imperaban, en criminal complicidad, el trono y el altar, recurren ahora a todos los medios, incluyendo el chantaje moral, para inmiscuirse en la gobernación de los países, en especial aquellos que, por razones históricas y sociales, todavía no han osado cortar las amarras que sieguen atándolos a la institución vaticana. Me entristece ese temor (¿religioso?) que parece paralizar al gobierno español siempre que tiene que enfrentarse no sólo a enviados papales, sino también a los “papas” domésticos. Y digo todavía más: como persona, como intelectual, como ciudadano, me ofende la displicencia con que el papa y su gente trata al gobierno de Rodríguez Zapatero, ese que el pueblo español eligió con entera conciencia. Por lo visto, parece que alguien tendrá que tirarle un zapato a uno de esos cardenales.
El 4 de abril del 2008 se publicó en la Gaceta Oficial del Distrito Federal, el Reglamento de la Ley de Voluntad Anticipada para el Distrito Federal. Entró en vigor al día siguiente de su publicación y su Manual de Funcionamiento será emitido dentro de los próximos 30 días.
El Reglamento establece la posibilidad de que un enfermo en etapa Terminal pueda tramitar, mediante un documento de voluntad anticipada, su decisión libre de no someterse a medios, tratamientos y/o procedimientos médicos que pretendan prolongar su vida o mantenerla por vías artificiales.
Se incorporan también medidas para controlar cualquier síntoma que cause dolor, y para dar la asistencia sicológica o tanatológica necesaria al paciente y sus familiares.
Además, las dependencias de salud local quedan obligada a ofrecer atención médica domiciliaria a los enfermos en etapa terminal, así como emitir los lineamientos para aplicar esta normatividad en las instituciones privadas de salud.
Mediante la solicitud de voluntad anticipada, el enfermo en etapa terminal también puede manifestar, si así lo desea, la voluntad de donar sus órganos y tejidos para su transplante a otras personas.
El documento de voluntad anticipada deberá realizarse en forma escrita y firmarse ante un notario público, y podrá suscribirse en cualquier Unidad Médica Hospitalaria pública o privada.
Se establece que en el caso de que el enfermo terminal se encuentre impedido para manifestar por si mismo su voluntad, familiares cercanos (el cónyuge, el o la concubina, el o la conviviente, los hijos mayores de edad o adoptados, los padres o adoptantes, los nietos mayores de edad y los hermanos mayores de edad) podrán tramitar su voluntad.
Cuando el enfermo en etapa terminal sea menor de edad o incapaz legalmente declarado, los padres o adoptantes, los familiares o personas que ejerzan la patria potestad del menor o los hermanos mayores de edad podrán suscribir el documento de voluntad anticipada.
Los mayores de dieciséis años y menores de dieciocho, deberán estar acompañados por quien ejerza su tutela o patria potestad y quienes firmarán en su nombre y representación.
Solo podrá anularse o revocarse la voluntad anticipada cuando:
(a) el llenado de la solicitud se realice bajo amenazas contra el enfermo o suscriptor;
(b) se realice con animo de obtener un beneficio o provecho del enfermo;
(c) cuando el enfermo no exprese claramente su voluntad o cuando medie alguno de los vicios del consentimiento establecidos en el Código Civil vigente para el Distrito Federal.