Hace unos cuantos años, hacia 2006, fue hallado en un cenote en la costa oriental caribeña de la Península de Yucatán, cerca de Tulum, por dos espeleobuzos (uno mexicano de nombre Jerónimo Avilés que vive en Quintana Roo) , un grupo de osamentas arqueológicas cuyo origen se remonta al pleistoceno, esto es, dicho en forma más popular, a la edad del hielo, hace aproximadamente 10,000 años. Los despojos ya han sido datados y valorados científicamente por peritos nacionales y extranjeros, bajo la tutela del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Se trata de los esqueletos más antiguos que se han encontrado y verificado por la ciencia en esta porción del territorio mexicano. A uno de ellos se le ha llamado Mujer de Las Palmas por el nombre de la cueva donde fue encontrado. Nunca antes había quedado tan palmariamente demostrado el hecho de que la Península de Yucatán tuvo habitantes desde ese entonces.
La novedad ahora –recientemente anunciada- es que la preservación excepcional de los restos, por las condiciones físico-químicas de la cueva inundada en donde fueron hallados, ha permitido no sólo el análisis muy certero de su antigüedad sino también, usando técnicas muy avanzadas y sofisticadas, la elaboración de lo que sería una representación tridimensional en talla real del personaje a quien esos huesos pertenecieron en vida. Es la fotografía que aparece en la parte superior de este artículo.
Maravilloso, ¿verdad? Aquí tenemos frente a nosotros a una mujer que vivió muy cerca de donde estoy ahora, en Mérida, hace esa friolera de años y pareciera que aún vive. Tenía, según los científicos franceses que dominan la técnica de antropología forense que ha permitido esa recreación científica-artística y nuestro INAH, que solicitó el trabajo respectivo, unos 44 años cuando murió. Medía 1 metro con 52 cm. de estatura y habría pesado unos 58 kilos. Una gordita(?) pues.
Este hallazgo excepcional, comenta el señor Alejandro Terrazas, antropólogo físico de la UNAM involucrado en el proyecto científico que implica el descubrimiento, permite además aventurar otras hipótesis o reforzar algunas creencias que se han venido forjando recientemente sobre las migraciones del género humano en estas latitudes. Por un lado tienden a confirmar la teoría del poblamiento temprano de Mesoamérica y también el hecho de que esas migraciones de paleoamericanos llegaron no sólo del norte de Asia, sino también del centro y del sur de ese continente.
Sucede que los rasgos fisonómicos sugeridos por la reconstrucción realizada a la dama de Las Palmas, así como la piel, los ojos y su estructura corporal, resultan similares al de las poblaciones del sureste asiático. Se infiere por supuesto que estos pobladores antiquísimos nada tuvieron que ver con los mayas que fueron dueños del territorio peninsular mucho más tarde, cosa ni más ni menos que unos ocho mil y pico de años después.
Nos encontramos entonces ante un hallazgo y frente a una investigación que transforma de manera muy importante los supuestos que hasta la fecha se tuvieron de los orígenes de los habitantes de de nuestro continente y muy particularmente de nuestro territorio.
RMM. Mérida, Yucatán.
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