Gonzalo Guerrero y Gerónimo de Aguilar
Estos dos personajes fueron compañeros de viaje al principio del proceso de la conquista de México. Les doy el calificativo de inefables porque ambos, por sus propios méritos, tuvieron un desempeño singular durante la gesta que cambió tanto y a tantos a lo largo del siglo XVI, protagonizando eventos de gran trascendencia. Vivieron como esclavos del pueblo maya en el territorio que hoy es el estado de Quintana Roo. Aquí está la historia.
Estatua recordando a Gonzalo Guerrero y al mestizaje, hecha por Raúl Ayala Arellano en 1974. Una copla de ella está en la prolongación del Paseo de Montejo, en Mérida, Yucatán. Imagen tomada de los archivos de Wikimedia.
Ambos personajes eran paisanos andaluces. Uno, Gerónimo (Jerónimo), nacido en Écija y el otro en Palos de la Frontera. Aparte de eso no tenían mucho en común como seres humanos. Géronimo era clérigo y cerca de 20 años menor que Gonzalo quien era más aventurero y también mayor en edad. Las vidas de ambos se cruzan en una expedición con final fatídico: el barco que los transportaba surcando el Mar Caribe desde el Darién, capitaneado por Juan de Valdivia, enviado de Vasco Núñez de Balboa, naufragó durante una fuerte tormenta en el mes de agosto de 1511. Ambos tuvieron la misma buena suerte: sobrevivieron en un batel que llevaban a bordo de la embarcación mayor que se hundió. Alcanzan tierra firme días después del percance en una playa cercana a Chaktemal (hoy Chetumal).
No tardaron los dos aventureros náufragos en ser capturados por guardianes del Mayab, posiblemente de los Cocomes, grupo maya que predominaba en la región oriental de la hoy península de Yucatán. A partir de ahí el destino de cada uno empieza a separarlos.
Escribe Francisco Cervantes de Salazar en su Crónica de la Nueva España: "(Aguilar) dixo que saltando de la barca los que quedaron vivos, toparon luego con indios, uno de los cuales con una macana hendió la cabeza a uno de los nuestros, cuyo nombre calló; y que yendo aturdido, apretándose con las dos manos la cabeza, se metió en una espesura do topó con una mujer, la cual, apretándole la cabeza, le dexó sano, con una señal tan honda que cabía la mano en ella. Quedó como tonto
; nunca quiso estar en poblado, y de noche venía por la comida a las casas de los indios, los cuales no le hacían mal, porque tenían entendido que sus dioses le habían curado, paresciéndoles que herida tan espantosa no podía curarse sino por mano de alguno de sus dioses. Holgábanse con él, porque era gracioso y sin perjuicio y vivió en esta vida tres años más, hasta que murió..."
De un lado Aguilar se mantuvo a lo largo de su cautiverio en la postura del diácono sumiso y cordial con sus captores y lo hizo con genuflexiones hacia sus anfitriones. Guerrero en cambio fue más intrépido y por sus conocimientos militares pronto se hizo amigo de un cacique local. Veamos qué sucedió al cabo de ocho años, entre 1511 y 1519, de estancia de ambos entre el pueblo maya.
Tiempos de esclavitud: "...traer a cuestas la leña, agua y pescado, y estos trabajos sufríalos Aguilar con alegre rostro por asegurar la vida, que tan amada es. Naturalmente estaba tan subjecto y obedescía con tanta humildad, que no sólo con presteza hacía lo que su señor le mandaba, pero lo que cualquier indio por pequeño que fuese, tanto que, aunque estuviese comiendo, si le mandaban algo, dexaba de comer por hacer el mandado....", continúa refiriendo Cervantes de Salazar del propio decir de Gerónimo.
Se cuenta en otras fuentes como las del propio Bernal Díaz del Castillo que por su lado Guerrero fue esculpiendo su propio destino, se prendió de la cultura maya y de su gente. Tuvo trato con diversos grupos mayas y fue entendiendo las relaciones no siempre cordiales entre ellos. Se politizó pues. En un momento dado le tocó jugar el papel de héroe con su amo maya, llamado Balam, a quien salvó la vida al ser atacado éste por un caimán y pagando en recompensa con la libertad de su esclavo. Más aun, su antiguo señor,
Nachán Can, decidió entregarle a su hija
Zazil Ha para que casara con ella y con la que tuvo tres hijos, dos varones y una mujer, llamada Ixmo. De aquí que sea él, Gonzalo Guerrero, quien tiene en México la titularidad del honroso apodo de "padre del mestizaje". A diferencia de los epítetos que cosechó más tarde de sus paisanos de la España conquistadora: "traidor a la patria, a su religión y a su rey".
Ya como hombre libre nuestro Guerrero, el que había sido esclavo de los mayas se volvió en verdad guerrero. Fue nombrado nacom por su suegro, esto es jefe militar, y encabezó grupos de la milicia regional. Escaló su fama y su prestigio personal. Era bien querido por su pueblo adoptivo. Enseñó a guerrear con estrategias y técnicas diferentes a las del mundo maya en cuyo ámbito se transformó culturalmente, eso que los sociólogos llaman transculturizarse, Ese proceso personal también robusteció a los mayas, dicho esto sin menoscabo de su condición de pueblo indómito. Tal vez por ello, al menos en una pequeña parte, fue que, transcurridos los años, al avanzar los planes de conquista, los españoles tuvieron que hacer un mucho mayor esfuerzo en vencer y conquistar. Para ejemplo, quizá abusivo, basta un botón: los itzáes no fueron conquistados y dominados al mismo tiempo que el resto de los pueblos de Mesoamérica. Después de un largo tiempo y gran esfuerzo de los tres Montejo, padre y "adelantado", su hijo y su sobrino, conquistadores de la península de Yucatán, lo más que lograron en el caso de este importante grupo de habitantes del Mayab, los itzáes, fue que estos recularan y se refugiaron en su inexpugnable Tayasal del Petén hoy guatemalteco. Y no fue sino hasta 1697, ¡¡un siglo y medio después del resto del Mayab!!, cuando Martín de Urzúa siendo capitán general del Yucatán novohispano, por fin los conquista y los somete al imperio español.
Cuando llegó Hernán Cortés a Cozumel, al principio de su periplo de conquista en 1519, ocho años después del naufragio ya referido y manda llamar, mediante sendas cartas, a Jerónimo y a Gonzalo, de quienes había escuchado que vivían en esos parajes, usando los correos humanos de los jefes mayas que lo recibieron en la isla, el primero, el diácono, atiende solícito el llamado y el segundo, el guerrero, manda un mensaje con el mismo Aguilar quien fue personalmente a tratar de convencerlo de reincorporarse con sus paisanos:
Hermano Aguilar, yo soy casado y tengo tres hijos - le dijo. "Tienenme por cacique y capitán cuando hay guerras, la cara tengo labrada, y horadadas las orejas, que dirán de mi esos españoles, si me ven ir de este modo? Idos vos con Dios, que ya veis que estos mis hijitos son bonitos, y dadme por vida vuestra de esas cuentas verdes que traéis, para darles, y diré, que mis hermanos me las envían de mi tierra". La mujer con quien el Guerrero estaba casado, que entendió la plática del Gerónimo de Aguilar, enojada con él dijo: "Mirad con lo que viene este esclavo á llamar á mi marido, y que se fuese en mala hora, y no cuidase de más... "Hizo de nuevo instancia Aguilar con el Guerrero, para que se fuese con él: diciéndole, que se acordase era cristiano y que por una india no perdiese el alma, que, si por la mujer e hijos lo hacían que los llevase consigo, si tanto sentía el dejarlos. No aprovechó tan santa amonestación, para que el Gonzalo Guerrero fuese con Gerónimo de Aguilar, que viéndole resuelto en quedarse, se fue con los dos indios de Cozumel al paraje donde quedó el navío." Así lo contó Bernal Díaz, testigo presencial de tales acontecimientos ya que venía con Cortés en su expedición.
Y pues Aguilar partió, quedándose Guerrero y apropiándose cada uno de un destino diferente y para siempre, en confines separados. Jerónimo, ya maya parlante, serviría a Cortés en la crucial tarea de entender lo que adversarios y aliados le decían en las jornadas iniciales de la conquista, completando el triángulo virtuoso con
Malintzin, esclava que fue dada a Cortés poco después, como tributo en la primera gran batalla que tuvo el extremeño en suelo mesoamericano y que ganó, el mes de marzo de ese mismo año de 1519: la de
Centla. Malintzin hablaba la maya y el náhuatl, idioma de los mexicas. Jerónimo, el castellano y la maya. Cortés dirigía y era el beneficiario del puente idiomático que se estableció. Menuda arma bélica con la que los tres vivieron su papel en la conquista de México.
Cierro este capítulo de la saga, el número 4, ofreciendo un último dato de nuestros dos protagonistas. Aguilar murió en 1531 cerca del río Pánuco, siendo encomendero nombrado por la corona en la floreciente Nueva España. Vivió 42 años. Murió rico. Guerrero por su lado falleció 5 años después, en 1536, en un campo de batalla, por un tiro de arcabuz recibido en la cabeza, según anunció oportunamente el cacique
Cicumba en Puerto de Caballos, actualmente Puerto Cortés, en Honduras, hasta donde se había trasladado para apoyar la defensa de los pueblos
tolupanes ante la guerra de dominación conducida y al fin ganada por sus paisanos españoles. Habían transcurrido 25 años desde su naufragio en el mar Caribe mexicano y 66 de haber nacido en Andalucía. Murió por los mayas, sintiéndose maya.
(Continuará....)
Rodolfo Menéndez y Menéndez.
Mérida, Yucatán, México