En recuerdo de viejas pero actuales luchas,
de al menos dos generaciones de mexicanos
-la de mi padre fallecido hace ya más de
cuarenta años, en 1982, y la mía
que ya toca su ocaso-, y en señal de regocijo por el cumplimiento de un sueño
que está a punto de realizarse con la ya muy
pronta promulgación de la reforma a la ley
constitucional del poder judicial federal
que habrá de recuperar para las generaciones
presentes y futuras, el respeto a nuestras instancias jurisdiccionales y la honra de vivir
en un país en donde la justicia y su impartición, sean patrimonio de todos los mexicanos y no
botín de unos cuantos, quiero publicar hoy y aquí,
la parte final del Canto a Yucatán,
escrita por Miguel Ángel Menéndez Reyes
hace más de medio siglo, mismo que da
pábulo a nuestro júbilo de hoy:
“Quien me vio batallar quizá recuerde
que jamás transigí con los tiranos;
que perdí juventud como se pierde
la gota puesta al sol de los veranos;
que arengué multitudes a la verde
sombra de los laureles itzalanos.
Que recorrí tu sitibunda tierra,
que no hubo brecha ni rincón oculto
donde mi ruda voz no alzará guerra.
Jugué la vida contra el amo estulto
sin otro auxilio que la suerte perra,
sin otro credo que el agrario culto.
Todo te dí: brazo, peculio, canto,
amor y fe en la Patria, fiel entero;
te dí todos mis treintas, te di el llanto
cívico, que es el llanto verdadero...
y reclamé justicia mientras tanto
la justicia se daba por dinero... “
¿Sueño cumplido? ¿reclamo satisfecho?
¡Así lo creo! Al menos en principio...