Si tu ala fuera contra viento oscuro
y en turbión se tornara el duro viento,
no quieras descender: alza el intento;
mientras más alto el vuelo, más seguro.
Si sobre ruda mar rompieras huella
y la mar con su furia te dañara,
amárrate al timón, dale la cara...
imagínate un puerto y una estrella...
A tientas, rumbo a Dios, salva el abismo;
si no hay puente, sé puente de ti mismo;
la noche acabará, vendrá la aurora...
Vendrá la aurora necesariamente,
al fin mujer, para besar tu frente,
tus labios y tu mano vencedora.
Copilco, mayo de 1965
Miguel A. Menéndez Reyes.
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